jueves, 5 de marzo de 2009



PERDIDOS Y EN SOLEDAD
La historia me sacudió. Cachetazo doble en el pómulo derecho. Debió ser porque tuve que abandonar el departamentito que alquilaba: ¡Me mataron cuando me dijeron 800 pesos! Sin pensarlo demasiado la llamé a mi tía Zulema y le dije: ¡Vieja, déjame el cuartito del fondo! Ahora me tengo que acostumbrar a Pompeya. Debe ser por eso que cuando agarré Lo que perdimos de Catherine O’Flynn sentí que estaba la puta soledad metida en mi cama. La trama de la novela parece pelotuda. Kate es una niña que sueña con ser detective en los años ochenta. Su padre murió y su madre la abandonó. Parece un melodrama venezolano. Se suma al llanto su relación con Teresa, una compañera inteligente, Adrián un dependiente de un quiosco y Mickey su mono amigo. Lo rico del relato es que la obra va cambiando y nos transporta al centro comercial Green Oaks, en Birmingham, donde circulan cientos de personas. Allí una noche el guardia capta a través de las cámaras la imagen de Kate Meaney, una niña solitaria desaparecida hace 20 años. Kate solía deambular por el centro mientras jugaba a ser detective e imaginaba oscuros secretos de clientes y trabajadores con la única compañía de su mono de peluche Mickey.
Esta novela es un canto a la amistad, nos lleva hasta la infancia y nos invita a la búsqueda de la felicidad. No es una novela para leerla, sino para sentirla.
Durante años fue rechazada por las editoriales hasta que un librero la publicó de compromiso. Ya se transformó en suceso en 25 países y llegó al pico más alto de venta en toda Europa. La edición en español pertenece a Seix Barral.
Les confieso que después de leerla la enfermedad de la soledad me dejó tirado en la cama acariciando mi cuaderno de tapa azul donde dibujaba los héroes de los comics de mi infancia. Ahora llueve y en el barrio de Pompeya todo me hace pensar que estoy en la Venecia del subdesarrollo.

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