viernes, 3 de octubre de 2008


POESÍA MUERTA DE PIZARNIK
La tenía olvidada a Alejandra Pizarnik. Me apena que ella regrese a mi mente cuando el amor y la muerte juegan sin razón: “Dice que el amor es muerte, es miedo/dice que la muerte es miedo, es amor/dice que no sabe”. Ella no tiene la culpa que haya tomado del estante de novedades La muerte me da de Cristina Rivera Garza (México, 1964) y de un solo tirón leyera las primeras 200 páginas, mientras afuera la lluvia no dejaba de joder.
Este libro no tiene el paladar negro de un relato policial si bien es cierto que hay un cadáver, el testigo, la detective, la periodista, hombres castrados y la autora jugando a ser la protagonista de la novela. Entonces en el ir y venir literario uno no sabe si está recorriendo un informe, un diario, un texto enmarañando. Así se mete la profesora, su voz y Alejandra Pizarnik. Prosa y poesía. Muerte y amor. El clásico modelo. El de siempre. El único. Un hombre llamado Valerio. Los grabados de Goya y las 155 páginas restantes que me comí en la cama cuando la lluvia todavía remoloneaba y Cristina Rivera Garza se reía, se pintaba los labios, se desnudaba en la habitación.

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